Peña Nieto convertido en un lastre para el PRI, y el PRI en lastre para México
AUGUSTO HUGO PEÑA DELGADILLO Dossier ahpd 931 marzo 15 de 2016
A la mitad de su gobierno, Peña Nieto, según no pocas voces del PRI, se ha convertido en un lastre para el partido, y a su vez, el PRI no se ha convertido porque siempre ha sido, un pesado lastre para México y los mexicanos. Lo cierto es que Peña Nieto, está ahogado con el feo caso de La Casa Blanca, y con los más feos, como los de Tlatlaya, Apatzingán y los 43 de Ayotzinapa.
Para nadie es un secreto que el PRI es un pesado lastre para México y los mexicanos, pero las voces del PRI señalan veladamente que Peña Nieto es un lastre para el partido de los tres colores y de los hombres bandidos. La ilusión más grande de la mayoría de los mexicanos es que el PRI desaparezca, que se valla al carajo con todo y su presidente y miembros asociados. Ha sido la peor calamidad que hemos tenido que padecer en la era postrevolucionaria. El PRI es como una novela de terror combinada con una policiaca pero al revés.
En las novelas policiacas tenemos en primer plano un cadáver o un robo y de ahí deviene la trama en medio de conjeturas e investigaciones que nos llevarán a dilucidar el crimen y a culminar con el encarcelamiento del asesino o el ladrón. Con el PRI es al revés. Tenemos en primer plano al criminal y al ladrón que es el PRI personificado en sus componentes que van desde el presidente de la república hasta los pelafustanes policías participantes de hechos tan deleznables como el de Iguala que se precipitó con la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, de otros muchos casos similares, peores o menos peores, pero igual de deleznables. La trama en estos casos deviene en tratar de exculpar a los responsables intelectuales inventando verdades históricas como la que se sacó de la manga el imbécil y corrupto Jesús Murillo Karam, con el fin de quitarle todas las responsabilidades al gobierno federal.
Se invitó a organismos internacionales especializados en derechos humanos para esclarecer el caso de Ayotzinapa, pero con la firme intención de hacerle al pendejo –como siempre- y revivir la verdad histórica que ya había sido muerta y enterrada junto con su inventor el inefable Murillo Karam. Sin embargo algo no les resultó a Peña Nieto y a los de su pandilla. Las ONGS sobre derechos humanos se dieron a la tarea en serio y empezaron a contradecir a la procuraduría, a la secretaría de gobernación y a cuanto malandrín del gobierno metió las manos en tan feo asunto, comenzando con querer entrevistarse con los militares que presenciaron la masacre, y en ese punto entró a escena el secretario de defensa, el general Salvador Cienfuegos, defensor a ultranza del comandante supremo de las fuerzas militares nacionales, Enrique Peña Nieto.
En ese momento la novela tergiversada dio un vuelco dramático, Salvador Cienfuegos, en defensa de la verdad histórica, de Peña Nieto y de Murillo Karam- espetó: “A mis muchachos ningún extranjero los va a cuestionar ni a investigar”, llegando al punto de decir que renunciaría si se diera el caso de que los soldados que presenciaron el crimen de lesa humanidad perpetrado por el Estado mexicano fuesen entrevistados. Por supuesto que en algún momento se va a dar la entrevista con “sus muchachos” y Cienfuegos quedará para la historia de México y para la de él mismo como un simple bocón, porque seguramente, ¡Sí!, Seguramente, no va a renunciar.
Un general al igual que un comandante supremo del ejército, se supone –cualquiera que este sea- que son gente de palabra, y si dice que renuncia, seguramente renunciaría si se diera el caso, pero en México eso no sucede. Aquí se promete cualquier cosa con tal de alcanzar un cometido aunque este sea un hecho delictivo, y la promesa jamás es cumplida. Por esto y por muchas cosas más, es muy difícil descubrir el desenlace de esta novela policiaca y de terror. A los asesinos -los de Iguala- y al ladrón –el de La Casa Blanca- los tenemos, pero hay tanto interés de embrollar la trama de parte de los cómplices del robo y el asesinato masivo, que esto bien puede terminar en un final de harta felicidad. Es factible que los miembros de las ONGS internacionales encargadas de esclarecer lo de Iguala, en última instancia, sugieran premiar con la medalla Belisario Domínguez, a Salvador Cienfuegos y a Enrique Peña Nieto. Como sucedió con Virgilio Andrade, quien no encontró culpabilidad alguna de Peña Nieto en la adquisición de La Casa Blanca de Las Lomas. Y aunque esto no obste para que Peña Nieto no siga siendo un lastre para el PRI, y todo el PRI un lastre para México y los mexicanos. O, ¿usted qué opina, apreciable lector?
Atenta y respetuosamente
Augusto Hugo Peña D.
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