El cómo y el porqué de fragmentar las conciencias
Siete años de guerra contra la “delincuencia organizada”, fragmentaron la conciencia de la masa social mexicana. *Investiguemos, cada quien a su manera, el daño infringido a nuestros hijos y nietos.
La importancia de saber leer no es precisamente el saberlo si no el qué leer y a quién leer; así es como encontramos mentes lúcidas que nos guían por los laberintos de la sabiduría. Así encontré un artículo de José Blanco que habla de las conciencias fragmentadas, las de los individuos que por sus propias experiencias y circunstancias se encuentran con su conciencia fragmentada y lo malo e ilegal ya no les parecen tan negativos: sin percatarse de ello se ven condicionados a opinar y a actuar conforme su fragmentada conciencia se los dicte. Es el caso patente en nuestra sociedad enfrascada en una guerra entre malos y buenos, en la que los malos no son tanto y los buenos son unos soberanos malvados. Me explico:
Hace algunos años, platicando con un hombre reputado de luchador social, le planteé el hecho de que los policías, los soldados y marines mexicanos estaban asesinando a diestra y a siniestra a todo tipo de traficantes, sicarios y malandrines de toda laya, y que este hecho me parecía brutal y anticonstitucional porque los supuestamente buenos deberían someter a los malvados, apresarlos y llevarlos a un juicio legal: para eso es el pacto social, nuestra Carta Magna. Me respondió airadamente diciendo: “No hay cárceles suficientes para encerrar a tanto delincuente, de ahí que es preferible ejecutarlos in situ, y además al Estado mexicano le sería sumamente oneroso el alimentarlos, medicinarlos y juzgarlos”. No le respondí porque me percaté que este supuesto luchador social tenía su conciencia no solo fragmentada sino distorsionada, se había convertido ya en otro delincuente, al igual que los policías, los soldados y los marines.
Me quedé estupefacto, no daba crédito a tal barbaridad y me cuestioné ¿qué caso tiene hablar con gente de fragmentada y putrefacta conciencia?; cambié de plática y otra persona presente me dijo: “ven, te voy a presentar al senador Diego Fernández de Cevallos.” No gracias –respondí-, ya conozco demasiados delincuentes como para sumar otro más a mi haber, y me retiré acompañado de un amigo, alto funcionario del CISEN, el departamento de Inteligencia del Estado Mexicano, adscrito a la Secretaría de Gobernación. Estábamos en el aeropuerto de Torreón y nos dirigimos hacia la cafetería, ahí ya en paz y disfrutando el café me cuestionó: ¿No se te hizo muy brusco y fuera de lugar y tono tu respuesta sobre la presentación del jefe Diego?... ¡Claro que no! -le espeté-, más fuera de tono y estúpidos fueron sus comentarios, el tipo que me hizo el ofrecimiento es miembro encumbrado de la clase política mexicana, panista y lagunero para acabarla de amolar.
Hoy, gracias a haber leído el artículo de José Blanco, recordé esa anécdota y la relacioné con la detención del Chapo Guzmán y de las manifestaciones de miles de personas que piden su libertad porque para ellos, aunque el Chapo sea uno de los más sanguinarios y nefastos delincuentes, les resultó, según sus experiencias, alguien que ha ayudado a mucha gente; olvidaron que Guzmán Loera había asesinado, robado y enviciado a tanta o más gente de la que había ayudado.
La masa y el tejido social se tornaron en bestias humanas de conciencias fragmentadas viviendo en la confusión; habían antepuesto el agradecimiento por los favores recibidos, a la legalidad y a la legitimidad; sólo les bastaron los 2 mil ciento noventa días del sexenio de Felipe Calderón y su guerra contra la delincuencia organizada, para que la conciencia colectiva se fragmentara y se convirtiera en un poliedro social con todas sus caras negras, chamagosas y nauseabundas. Preguntémonos, ¿qué nos ha pasado como para que lo bueno, lo malo, lo positivo y lo negativo se convirtiera en un champurrado aceptable para nuestras conciencias? Sin temor a equivocarme, lo que nos sucedió es que nuestra conciencia se fragmentó, ¿y a quien culpar? Según la oficialidad a los delincuentes, y según la percepción ciudadana, a la clase política corrupta que, violando la Constitución, lanzó a las calles a policías y militares a enfrentar a un enemigo, al que con inteligencia de Estado se hubiese combatido sin tener que sufrir los 100 mil ejecutados en los últimos 7 años y a los 30 mil desaparecidos. Todo este cuento se sustenta por el discurso de Peña Nieto en el 85° aniversario del PRI: aseguró que México será otro. ¿Usted le cree?... ¡Yo no!
Atenta y respetuosamente
Augusto Hugo Peña D.
Zuloaga 22 c. p. 27140 Torreón, Coahuila. Tel. Cel. 871 211 95 91 – E-mailah.pd@hotmail.com
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