martes, 12 de agosto de 2014

Diez de Agosto de 1962

Diez de Agosto de 1962


Dossier ahpd 519                                                  Agosto 11 de 2014

Con 52 años en La Laguna y dos libros que traje, comencé a armar el andamiaje de mis modestos escritos, los que espero cumplan aunque sea el 1% del cometido que impulso y pretendo.
El diez de agosto de 1962, hace 52 años, llegué a Torreón procedente de la ciudad de México en un vuelo matutino de aquellos aviones DC 6 de 4 motores de hélice que cubrían las rutas aéreas de nuestro país; el día 9, como despedida, mi novia, Yoly Martínez de Hoyos me invitó a comer a un restaurante, el Ambassador, en el edificio del periódico Excélsior por Paseo de la Reforma; yo, como en un verso de García Lorca, le regalé un costurero grande de raso pajizo, habilitado con hilos, estambres, huevos de remendar que antes se usaban y algunas agujas, todo encubierto con una mantilla de Bruselas, Bélgica. Ella me obsequió dos libros, El lobo Estepario de Hermann Hesse y Mila 18 de León Uris. Como anécdota curiosa, el 11 de agosto, un día como hoy pero de hace 52 años, leí por la tarde en el periódico Excélsior –antes mi preferido, hoy es La Jornada- que el día 9, dos días antes había fallecido Hermann Hesse en Montagnola, Suiza.
La cuestión es que llegué a Torreón enviado por la empresa The National Cash Reg. Co. Para hacerme cargo de las ventas de su sucursal en La Laguna, y hoy a 52 años y un día, pienso que el haber venido a Torreón y haberme quedado a vivir aquí, es lo mejor que me ha sucedido en la vida porque traté con gente excepcional y maravillosa; el lagunero es abierto y amable, eso le otorga un plus que normalmente en otras ciudades carecen de él, e independientemente de que me haya ido bien en todos los sentidos en La Laguna, la causa principal por la que me arraigué aquí fue por los laguneros. Aparte de mis compañeros de trabajo, el mismo día de mi llegada conocí a Don Valeriano Lamberta, Don Pedro Valdés y a Don Vicente zamorano, nuestra reunión obedecía a la cuestión administrativa del Club San Isidro; al término de las pláticas de negocios, me invitaron a comer a la casa de Don Vicente Zamorano, ahí conocí a su hija Zarita y a los señores Gil y Escoruela, yernos de Don Vicente.
Por la tarde tuve el placer de conocer a Anuar Jalil, a Jorge Bitar y a Julio Elías; y ya casi de noche, conocí al mejor comerciante de Torreón, Antonio Talamás Abularach, reconocido como tal por gente de la talla de Don Francisco Martín Borque y de Don Jacobo Zarzar Sabag. ¡Imagínese usted!... padre ni más ni menos de Elías Zarzar Gidi, el famoso Salsipuedes, ejemplar por su amor al trabajo y la honestidad, el que por cierto falleció lamentablemente el año pasado. Al término del día 10 de agosto de 1962, me reuní con Don Donaldo Ramos Clamont en la farmacia Benavides de la avenida Morelos; hablamos de negocios, absolutamente de negocios.
Comencé este escrito con el relato de mi partida de México hacia Torreón y de dos libros que me obsequiaron. A más de medio siglo de haberlos leído, todavía tienen mucho que aportarme para poder ilustrar mis modestos escritos. El Lobo Estepario porque nos regala un personaje que vive en una sociedad mucho más inteligente que la actual y MILA 18 porque me remite a Gaza, Palestina, un Gueto mil veces mayor y más cruel que el Gueto de Varsovia, en MILA 18.
MILA 18 es el domicilio en Varsovia en donde se encontraba el gueto judío; en este libro titulado con el nombre y número de la calle del gueto, León Uris nos relatan infinidad de peripecias que atravesaron los judíos con el fin de no convertirse en fiambre de los nazis, exactamente igual pero en pequeño, de las penurias que tienen que soportar los palestinos para no convertirse en fiambre de los judíos. Esto me lleva a la siguiente pregunta, ¿Cómo, a qué hora y en qué momento, los judíos, otrora víctimas de los nazis, optaron por convertirse, 70 años después, en unos entes robóticos tan o más inmorales y crueles que las huestes de Hitler? Yo prefiero, a los judíos, colgarles el tilde de amorales más que de inmorales. El personaje del Lobo Estepario, Harry Haller, es el lobo estepario harto en angustias y lejano de la burguesía y de los totalitarismos. Harry me trae a la mente a otro lobo estepario, al real, a un norteamericano judío auto declarado sionista, me refiero a Noam Chomsky, un sabio nonagenario que vive la angustiante dualidad de ser judío porque repudia con toda su alma los crímenes de lesa humanidad que los judíos perpetran contra el pueblo palestino, y porque encontró la felicidad denunciando a sus correligionarios y al estado de Israel, marcándolos con el terrible y profético tilde de ser un peligro para la humanidad. O, ¿usted qué opina, apreciable lector?
Atenta y respetuosamente
Augusto Hugo Peña D.
Zuloaga 22 c. p. 27140 Torreón, Coahuila. Tel. Cel. 871 211 95 91 – E-mail ah.pd@hotmail.com

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