Los árabes y su incursión en la cosa pública
Julio 4 del 2014
¿Qué han aportado a la política y a la cosa pública los mexicanos de origen árabe? Nada o muy poco, porque desde que comenzaron a incursionar en este ramo del quehacer humano, la política, las cosas en México han ido de mal en peor, y más aún, ocupando medio gabinete.
Muchas veces he dicho en mis escritos que los miembros de la comunidad árabe en México, sobre todo los libaneses, han brillado por su gran aptitud en los negocios pecuniarios; desde sus pequeños comercios hasta grandes empresas de la industrial el propio comercio, las finanzas y el ramo de los servicios, sin embargo y a pesar de sus éxitos pecuniarios y el alto nivel sociocultural que han alcanzado en México y en todo el continente americano (Brasil y EEUU en primerísimo lugar), han irrumpido en los negocios de la política y la cosa pública, sin ningún éxito propiamente dicho, en lo inherente a la política ni como servidores públicos. No han tenido éxito en la cosa pública pero sí a través de los puestos que han ocupado –por la razón que fuere- han acrecentado enormemente su capital –pecuniario- personal y el de sus empresas.
Hace años un alcalde de Torreón y el primer regidor me cuestionaban así: ¿Por qué los árabes si son tan exitosos en sus empresas, están incursionando en la política? La pregunta se me hizo un tanto boba pero les di la respuesta que me vino a la mente. Para empezar, les dije: “los que ustedes me mencionan como árabes ya son mexicanos, hijos o nietos de árabes, y aunque son exitosos en sus negocios no dejan de observar a la clase política mexicana que se enriquece con el solo hecho de prometer a la ciudadanía lo que saben que no van a cumplir y porque su condición de mexicanos les permite meterse al ramo de la política por dos razones: Una.- Porque ven que los políticos no hacen nada y sin embargo terminan su gestión enriquecidos a lo bestia, y sin hacer gran esfuerzo ni invertir sus propios capitales”.
Ellos, esos mexicanos de origen árabe no ven inconveniencias en incursionar en un ramo que deja más dividendos que sus negocios y sin hacer tantos esfuerzos, simple y llanamente se entrenan como los políticos mexicanos en el arte de mentir y engañar a la ciudadanía; además, estando dentro del poder, mantienen en mejor resguardo sus capitales; las influencias y el oportunismo encontrado en el medio de la política, por políticos y funcionarios públicos, es un plus suficiente para que ingresen al medio de la función pública. Lo han hecho, reitero, con mucho éxito, no para servir al pueblo como probablemente lo han prometido al llegar a cualquier puesto de asignación o por medio del voto popular sino para servirse del pueblo y de las mieles de erario.
Hay infinidad de casos que pueden ilustrar este comentario. En Argentina, Carlos Menem de origen sirio, fue presidente, se hizo riquísimo a costa del erario y hoy está siendo acusado de malversaciones y negocios turbios al amparo de sus influencias; John Sununu, un norteamericano de origen libanés, de la mano de George Bush padre, hizo negocios fabulosos mediante influencias adquiridas por ser jefe de La Casa Blanca. Es coleccionista de timbre y obras de arte y llegó incluso a usar aviones de ejército de EEUU para trasladarse desde Washington hacia donde había remates.
En México estos casos se han generalizado tanto que se confunde a los ricos con sus capacidades administrativas de la cosa pública y hoy como ejemplo: En el gabinete de Peña Nieto, más de la mitad de sus secretarios son de origen libanés. No tengo nada en contra de ellos, por el contrario, los admiro porque han escalado muy alto, pero su condición tribal –porque son tribales en su alma y sus sentimientos- no les permite vislumbrar ni un ápice de nacionalismo mexicano, y seguramente tendrán un enorme éxito no como funcionarios al servicio del pueblo sino como personeros de los grupos políticos a los que pertenecen. El procurador es Jesús Murillo Karam, el canciller, el señor Meade Kuri-Breña, en salud está Mercedes Juan López, en energía, Pedro Joaquín Coldwell, todos ellos de origen libanés, y así como ellos, hay otras decenas de sus paisanos prósperos y de mentes tribales, los que sin duda saldrán enriquecidos, pero no aportarán nada al bienestar de los mexicanos, al grueso de la población empobrecida, precisamente por sus pésimas acciones, políticamente hablando. O, ¿usted qué opina, apreciable lector?
Atenta y respetuosamente
Augusto Hugo Peña D.
Zuloaga 22 c. p. 27140 Torreón, Coahuila. Tel. Cel. 871 211 95 91 – E-mail ah.pd@hotmail.com
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