martes, 12 de septiembre de 2017

Quienes buscan el placer y el bienestar personal en su vida a costa de lo que sea, podemos calificarlos de hedonistas, o sea de desvergonzados

Quienes buscan el placer y el bienestar personal en su vida a costa de lo que sea, podemos calificarlos de hedonistas, o sea de desvergonzados

AUGUSTO HUGO PEÑA DELGADILLO Dossier ahpd 1505   Agosto 3 del 2017
El hedonismo en una de sus características es la tendencia de buscar el placer y el bienestar en todos los ámbitos de la vida. La literatura galante, el libertinaje y por ende la desvergüenza lo simplifican y señalan como tal. Epicuro de Samos (270 años a. C.) es el padre de tal filosofía, misma que enmarca el comportamiento de no pocos mandatarios que logran el poder no por sus cualidades y potencialidades sino por el interés de quienes los entronizan.
Cuántas veces hemos dicho, leído u oído que los mandatarios –entre ellos Peña Nieto- no saben, no quieren o no pueden gobernar como marcan los cánones de una buena política aplicada, sin embargo así suceden las cosas. No solo es culpa y responsabilidad de ellos sino de los poderes fácticos que los llevaron a las presidencias de sus naciones para dirigir el destino de su gente.
Quienes buscan el placer y el bienestar personal en su vida a costa de lo que sea, podemos calificarlos de hedonistas, o sea de desvergonzados, y el hecho de que logren escalar a lo más alto del bienestar y el placer, no necesariamente ello indica que son entes de capacidades privilegiadas mentales o físicas, sino producto de sus circunstancias. El ejemplo de un hedonismo enfermizo lo tenemos como muestra en Donald Trump, quien teniéndolo todo, o cuando menos todo lo que la mayoría de los humanos desea obtener, fue impulsado por otras fuerzas y potencialidades para obtener mayores riquezas materiales, específicamente a costa de las mayorías que carecen de todo bienestar y placer, haciéndose de esos logros por medio de utilizar a un hedonista para ese fin. Quienes llevaron a Trump a la Casa Blanca, sabían el por qué lo hacían, y probablemente Trump ignoraba eso, y solo deseaba tener el poder político del que carecía.
Hay que preguntarse como lo hizo Epicuro, que Dios siendo bueno y omnipotente hubo creado el mal entre la humanidad. Esto es el dilema que él estableció. Si en el mundo existe el mal y las autoridades tienen las competencias y capacidades para enfrentarlo, siendo posible que las mismas autoridades sepan o no de su existencia. Si lo saben existen las posibilidades de poder suprimirlo y no quieran hacerlo, con lo cual queda en evidencia su maldad. Si saben que existe y no pueden remediarlo, manifiestan su impotencia. Si por el contrario, la autoridad no sabe que el mal existe, estaría mostrando sus incapacidades para desempeñar las funciones que le fueron encomendadas. Este dilema nos lleva a ponderar concretas situaciones en la cosa pública, en el quehacer político. Esta acción pública referida, debe llevarnos a una reflexión: O bien la autoridad sabe, puede y quiere resolver el asunto, o debido a la corrupción del sistema político que lo llevó al poder, lo obliga a no poder o querer resolverlo, teniendo el conocimiento y el saber para lograr suprimirlo. Así las cosas que pasan filosóficamente hablando.
Saliéndome de las citas filosóficas que no son para nada una de mis cualidades y metiéndome de lleno en lo que realmente acontece en EEUU, México y el mundo. En el entorno global sobre la cosa pública, el bienestar general y la seguridad nacionales y mundiales, esto sucede, y que si bien puede parecer extraño, pero que ha sido la constante en los últimos 60 años. Los verdaderamente ricos y dueños del mundo, han impulsado a hombres como Trump, como Peña Nieto, a Temer en Brasil y a Macron en Francia por mencionar a unos cuantos, para lograr sus cometidos.
Michel Miguel Elías Temer Lulia es el nombre completo del presidente del Brasil, reconocido por tracalero, sagaz, convenenciero y audaz, por esas cualidades son por las que los poderes fácticos brasileños y trasnacionales lo entronizaron en la presidencia de su país. Saben que es un hedonista consuetudinario capaz de convencer a los matemáticos que dos por dos bien pueden dar la suma de seis o siete, según sus conveniencias, pero no ignoran qué él es incapaz de hacer nada bueno para las mayorías brasileñas, y por ello lo llevaron a la presidencia. Lo mismo sucede con Enrique Peña Nieto, quien sin ser gran cosa como humano ni como político y carecer de una inteligencia como la de Michel Temer, fue colocado en los Pinos por lo poderes fácticos nacionales y de las trasnacionales para reformar la Constitución y beneficiar a los ricos y poderosos, sabiendo que a Peña Nieto le importaba un pito el bienestar y el placer de los mexicanos.
En los casos de Emmanuel Macron de Francia y de Donald Trump de EEUU, la situación es similar. Los dueños del dinero y del verdadero poder en Francia y en Estados Unidos, los impulsaron para presidir esas naciones, sabiendo que ambos están cortados con la misma tijera y, que lo que harán dentro de sus facultades, las que son enormes, dentro de sus países, que esos grandes capitales se vean beneficiados y acrecentados a costa del erario de sus países y del esfuerzo de los ciudadanos estadounidenses y franceses, cuestión que ha hecho en los últimos 60 años, que los ricos se hayan enriquecido más y que los pobres sean más en número, y más pobres cada día que transcurre. Esta es mi apreciación, salvo otras opiniones respetables. O, ¿usted qué opina, apreciable lector?
Si deseas leer mis anteriores escritos, puedes hacerlo ingresando a Google en: elnuevoblogdeaugustopena.blogspot.com
Atenta y respetuosamente
Augusto Hugo Peña D.

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