De Palestina a México una historia de terror
Augusto H. Peña. Dossier a 93 julio 2 de 2013
Felipe Calderón desde Harvard, anda en busca de una historia, la suya propia, harta en crímenes. *Nada es más apremiante para los mexicanos que su historia termine en Los Tribunales Internacionales de la Haya.
He quedado literalmente pasmado con la historia que Felipe Calderón teje en su entorno para justificar el genocidio que él mismo perpetró, desde el mismo día que tomó espuriamente el cargo de presidente de México. Ese siniestro 1º de diciembre del 2006 en el que un día, el fantasma del terrorismo –de Estado- comenzó a recorrer nuestro México Lindo y Querido. Empieza así: Harvard, junio 13 del 2013: “Hay quienes me responsabilizan de los muertos, ejecutados, levantados, desaparecidos, descabezados, torturados y finalmente convertidos en cadáveres que conforman una estadística que suma más de 100 mil de víctimas que ensangrentaron las banquetas de nuestras ciudades, los campos y las casas de seguridad en donde muchos de ellos fueron retenidos por algún tiempo para dar tiempo a extorsionar a sus familiares, para luego convertirlos en trozos de carne desmembrada; arrojados cual fardos, de su existencia, en calles, jardines, bajo puentes, en basureros y campiñas; cuestión que no es de mi responsabilidad, porque lo hice para ahorrarle al país, un número mayor de asesinatos que los malos -de mi patria- hubieran perpetrado.”
Esta historia tejida de terror y falsedades me recuerda otra similar; historia urdida por dirigentes de bandas de maleantes judíos, conformados en bandas entrenadas ex profeso para aterrorizar al pueblo palestino e “invitarlo” a abandonar sus hogares para que cómodamente, otro pueblo, el judío, viniese a ocupar los espacios que por miles de años, los palestinos, hubieron ocupado. Me refiero a las bandas terroristas comandadas por Menagen Begin, Issac Shamir y otros facinerosos como Simón Peres y Ariel Sharon, los que a la postre, los cuatro mencionados, llegaron a ocupar el cargo de Primer Ministro de Israel; esta historia es la de Deir Yessin, por allá entre el 9 y el 11 de abril de 1948. Deir Yessin, un pueblito palestino, se ubicaba a 8 kilómetros al Oeste de Jerusalén; en él moraban 287 habitantes, a los que los historiadores judíos han minimizado a la suma de 120 más o menos, según el judío que lo escriba. ¿Y qué sucedió en Deir Yessin ese 9 de abril de 1948? Se los cuento, tal y como me lo contaron 3 embajadores de Palestina en México, Mahmud Mawad, Ahmed Sob y Fawzi Yousif.
Llegaron a Deir Yessin los bandidos de las pandillas judías, Irgun, Leji y Stern, y a punta de fusil sacaron a todos los habitantes del pueblo, los apilaron en la plaza principal, y ya amontonados, esperaron que Menagen Begin, diera orden de fuego; todos, niños, mujeres y ancianos, perecieron bajo las balas asesinas, salvo tres jóvenes, a quienes hicieron contemplar la masacre para luego, ser enviados por rumbos distintos. Corriendo fueron a avisar a moradores de otros pueblos. Este crimen de lesa humanidad trascendió a los medios de comunicación internacionales, y se hizo público, por lo que quienes lo perpetraron, se justificaron, como ahora lo hace Felipe Calderón desde su guarida en Harvard, diciendo: “Lo hicimos así para ahorrarle a los palestinos más de 5000 muertos, los que hubiéramos asesinado si aquellos tres jóvenes palestinos no hubieran corrido hacia otros pueblos.” Se justificaron como lo hacen los genocidas… los viles genocidas.
Hoy, Felipe del Niño Jesús Calderón, anda en busca de una historia, su propia historia, y sin duda alguien le escribe el libreto porque él no es capaz, su talante no da para tanto. La cosa es que el final del cuento de terror, él no podrá escribirlo, lo haremos todos los mexicanos que estamos agraviados. Nada me haría más feliz –al igual que a más de 100 mil familias mexicanas- que el final del cuento de terror, fuese contado, y no a sotto voce, en los Tribunales Internacionales de la Haya, Holanda, sino en alaridos fúnebres, pero no lo veo fácil ni factible porque el gobierno de Peña Nieto y los de Washington, lo acunan y protegen, porque él, el insensato villano y espurio ex presidente, sólo fue el instrumento procaz y sanguinario de otras mentes más perversas; porque él; él, sí él, un pobre diablo beodo y violento, sólo espera el perdón, si no de los mexicanos, sí de su iglesia, la católica apostólica romana, a la que pertenecemos usted y yo, a la que pertenecieron las víctimas, antes de ser convertidos en fiambre. O ¿usted qué opina apreciable lector?
Atenta y respetuosamente
Augusto Hugo Peña D.
Zuloaga 22 c. p. 27140 Torreón, Coahuila. Tel. 312 29 67 – E-mail ah.pd@hotmail.com
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