El dueño de Panificadoras Bimbo, Roberto Servitge, minimizó el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa
Dossier ahpd 643 7 de enero de 2015
El empresario Roberto Servitge, dueño de Pan Bimbo, minimizó el caso de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Este tipo de oligarcas debería ser más considerado ya que todo beneficio o perjuicio socioeconómico para la sociedad, y todo acto así, redunda en contra o a favor de los que más tienen. Remite su comentario al pensamiento de los gachupines de los siglos XVIII y XIX
Como miembro distinguido de la oligarquía mexicana y un plutócrata a carta cabal, Roberto Servitge, dueño de la empresa panificadora Bimbo ha dicho que “se ha dimensionado de más el asunto criminal de Ayotzinapa y que hay grupos minoritarios de mexicanos que se aprovechan de este asunto desgraciado para desestabilizar al país”. La realidad, sin embargo, es grave respecto a la masacre de Iguala/Ayotzinapa porque pinta a nuestro país como una nación gobernada por intolerantes que a cada reclamo que la sociedad hace por el mal gobierno –en todos los sentidos- tratan de enlodarlos como si se tratase de delincuentes.
Otra realidad es que los grandes negocios como los de Bimbo, Peñoles, Grupo México, Televisa, los grupos financieros y bancarios, hoteleros, constructores y medios de comunicación, ven a nuestro país como una vaca que les da mucha leche y están satisfechos con ello, pero no se fijan que el gobierno les sirve a ellos y no al pueblo tal como debiera ser, y que esta fórmula nefasta de gobernar está llevando al límite la paciencia de las clases más desprotegidas. Es un hecho que el control de los salarios a la baja hasta el límite del hambre, ha sido posible por la presión que este tipo de empresarios, sumidos en su nicho de bienestar de manera sobrada, ha hecho contra el gobierno y de ahí las reformas laborales que no son otra cosa que fomentar este estado de esclavitud que es el de no pagar los salarios justos y necesarios para que los jefes de familia puedan llevar a sus hogares lo suficiente para cubrir las necesidades mínimas de sobrevivencia.
Tenemos muchos ejemplos como el de SORIANA y MONEX que se coludieron con el PRI y el gobierno para sacar adelante, aunque fraudulentamente, la elección del 2012, y lo mismo sucedió en el 2006 y en 1988. Tres elecciones compradas para evitar que otras formas de gobernar arriben al poder y cambien las cosas. Pienso que es políticamente incorrecto que empresarios de la talla de Roberto Servitge, Ricardo Martín Bringas, Germán Larrea, Olegario Vázquez Raña, Alberto Bailleres y otros muchos, enormemente ricos, se inmiscuyan en la cosa pública porque por su naturaleza de empresarios solo pugnan por ganancias pecuniarias, y por sistema, nunca bajan su mirada para ver cómo resuelven los pobres, los que carecen de todo, sus problemas cotidianos.
Por todo lo anterior veo la incongruencia en el comportamiento de estos empresarios privilegiados por su enorme capital y su gran capacidad de acumular riquezas. Ellos, si quieren prevalecer en sus negocios de manera próspera y benéfica para sus haberes, tienen que ver hacia abajo, hacia la gente necesitada, porque en este momento y a la postre, sus riquezas se consolidarán más cuando los millones de gente pobre suban su nivel y fuerza en su poder adquisitivo. Las empresas y los empresarios norteamericanos así piensan y así actúan, de ahí que consoliden fuertemente sus compañías, las que prevalecen en el tiempo y siguen progresando, y no como sucede en México.
En nuestro país las empresas crecen y ya maduras pasan a manos de consorcios extranjeros, porque estos ya se fueron del ámbito familiar al corporativo, de ahí que los bancos, las cervecerías Modelo, Cuauhtémoc; las tequileras Sauza, Herradura y Cuervo próximamente y otras más al igual que COMEX, Gamesa, empresas avícolas nacionales y compañías comerciales como Aurrerá, pasaron de ser empresas mexicanas de mexicanos a ser parte de trasnacionales que no invierten sus utilidades en nuestro país. Este fenómeno derivado de la falta de miras empresariales sin sello nacionalista de nuestros empresarios, ha hecho de nuestro país una nación dependiente del extranjero incluso en lo político. México se ha convertido en un país en donde los ricos cada día son más ricos y los pobres más pobres y más en número. Por todo esto repruebo rotundamente el pronunciamiento de un mexicano como Roberto Servitge que piensa como lo hacían los gachupines en los siglos XVIII y XIX. ¡No se vale! O, ¿usted qué opina, apreciable lector?
Atenta y respetuosamente
Augusto Hugo Peña D.
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