lunes, 24 de febrero de 2014

Reformar, cambiar y privatizar para que todo quede igual... o peor. Así EPN

Diseccionando ilustraciones del México actual

Febrero 2 del 2014
Lo que hay que ver, Peña Nieto privatiza lo ajeno mientras el pueblo se pauperiza sobremanera *Ilán Semo me regala dos frases y la senadora Layda Sansores una. Privaticemos la ley del poder y el poder de la ley
No acostumbro por sistema, bueno o malo, guiarme por apuntes periodísticos de judíos, sin embargo, entre ellos, judíos y apuntes, son de sumo interesantes porque el pensamiento es como la imaginación: no tiene más que el límite de lo imposible. Hoy llega a mi escritorio un escrito de un judío al que le sobran las luces para expresarse, se trata de Ilán Semo, quien termina en pocas palabras: ¿No es acaso tiempo de pararnos a reflexionar?- lo que comienza con una metáfora –“Correr, correr, correr, para quedarse siempre en el mismo lugar”. Refiere todo su escrito a las reformas estructurales del Estado, las que desde hace 90 años nos vendieron la idea de La Tierra Prometida de ese mito bíblico en el que un Dios promete a cierta gente, una tierra que ni es de Dios ni de los que recibieron tal promesa; así fue la revolución mexicana, todo cambió, menos la jodidez de los mexicanos; la tierra ahí está y los muertos bajo ella.
De eso se tratan las reformas que Peña Nieto lleva a cabo por órdenes y designios de Washington a través de quien nos gobierna, el que por cierto no se llama Enrique Peña Nieto. Él, este sujeto que se encaramó en la silla presidencial de palacio nacional y habita en Los Pinos, es sólo el mandadero de uno y de otros cuantos que le pusieron ahí para que perorara y parloteara, como loro, una serie de promesas a cambio de reformar la educación, los energéticos, las cuestiones fiscales, financieras y políticas. Las promesas son las mismas de hace 100 años con la revolución, comenzando con la no reelección y, luego hace 89 años, cuando empezó la matanza de un millón de mexicanos revolucionarios de todas layas que perecieron en aras de esas tierras prometidas, las que nunca cambiarán ni se irán de las manos de los poderosos; para eso es la política, para eso son las revoluciones, para eso son las reformas estructurales, para que todo cambie, cambie y cambie y que al final quede igual que en el principio: Los pobres más pobres y los ricos más ricos.
Cuando llegó el PAN a Los Pinos prometieron que los panes se iban a multiplicar, que todo sería Jauja y lo único que se multiplicó fueron las bandas delictivas, todas ellas emanadas desde el mismo corazón del gobierno, de un poder fraccionado en pandillas, el pan, como lo decía, sólo llegó a unas cuantas mesas, las de los privilegiados de siempre, y escaseó sobremanera en los cuchitriles sin mesa de los hogares de la gente jodida de siempre, pero esta gente sí se multiplicó, eran 30 millones de pobres y ahora son 70 millones; a los ricos se les multiplicaron sus bienes y los de los 30 millones de pobres tuvieron que dividirse para alcanzar a mal comer a los 70 miserables que hoy deambulan por aquí y acullá vendiendo su voto a cambio de una tarjeta de SORIANA, de un tinaco, de una despensa miserable o de un saco de cemento. Las matemáticas no mienten, las sumas y multiplicaciones se convirtieron en divisiones y restas. ¡Ah!... pero Peña Nieto promete, promete y promete lo que no es suyo y lo que no puede cumplir, así las cosas. ¿No será tiempo acaso de detenernos un poco para reflexionar y hacer algo, lo pertinente, digo? Porque si vivimos con promesas nos vamos a morir de hambre, o en la revolución que viene la que se gesta ahora.
Reflexionar, correr, cambiar y reformar son el embudo que lleva a la privatización no sólo de los negocios estatales sino también de la conciencia ciudadana y de la educación, por ello culmino el presente escrito con el dicho contundente que la senadora Layda Sansores les sorrajó en la cara a su pares del PRI, del PAN y a no pocos del PRD cuando parafraseó la sentencia no bíblica, pero si harta en verdad y sabiduría de José Saramago, refiriéndose a quienes privatizan lo que no es de ellos, “Por qué no privatizan a su Pu… madre” de tal suerte que privatizando a su progenitora, los privatizadores quedarán privatizados puntualmente, por la historia como traidores a su patria. O, ¿usted qué opina, apreciable lector?
Atenta y respetuosamente
Augusto Hugo Peña D.
Zuloaga 22 c. p. 27140 Torreón, Coahuila. Tel. Cel. 871 211 95 91 – E-mailah.pd@hotmail.com

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